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De dictaduras en Costa Rica

El presidente Chaves habló, en un conversatorio en el Foro Económico Mundial, de que Costa Rica sufrió una breve dictadura en 1950, después de haber sido abolido el ejército. No solo es un error de fechas, sino una contradicción en los términos. Nadie ha podido ejercer una dictadura si se carece de una fuerza militar para imponerla. Si en 1950 no había ejército, tampoco podía haber dictadura. Gobernaba Otilio Ulate Blanco quien, según los juicios de los historiadores y mis mayores, fue un auténtico demócrata, que se caracterizó por su honradez y el hecho de caminar por las calles de San José sin escoltas.

Lo que Chaves quiso destacar, y para eso debió asesorarse con historiadores, es que nuestro país nunca ha tenido dictaduras largas, como esas que han durado décadas en otros países latinoamericanos. Hubo algunos que pudieron ser dictadores y no lo fueron. Otros ejercieron dictaduras cortas, pero renunciaron al poder cuando su permanencia habría costado daños para Costa Rica. El primero de ellos es Gregorio José Ramírez. Ganó la batalla de Ochomogo en 1823, tuvo el control absoluto del país, pudo hacerse dictador, nada lo impedía.

En once días reorganizó al país y entregó el poder a un Congreso Constituyente, con lo que se inició una vida democrática. Braulio Carrillo, tras ser traicionado por Villaseñor, pudo enfrentar en San José a las tropas de Morazán. Se retiró al exilio -donde fue asesinado-, para evitar derramamientos de sangre. El general Tomás Guardia, quien controló la vida política del país de 1871 a 1882, abolió la pena de muerte. El 7 de noviembre de 1889 los campesinos se levantaron en armas para defender una elección. El presidente de entonces, Bernardo Soto, pudo lanzar el ejército contra hombres armados solo con machetes.

No lo hizo, prefirió renunciar a la presidencia y dejar a Carlos Durán en el cargo. Federico Tinoco dio un golpe de Estado en 1917, pronto enfrentó levantamientos populares y presiones extranjeras. En 1919 se retiró del país y dejó en su lugar a Juan Bautista Quirós Segura. Este sufrió las amenazas de un bloqueo por parte del presidente Woodrow Wilson, de Estados Unidos. Quirós Segura optó por dimitir y entregar temporalmente el cargo a Francisco Aguilar Barquero. Este convocó a elecciones libres que fueron ganadas por Julio Acosta García. Alberto Echandi Montero sufrió un aparente fraude electoral en 1924, sus partidarios lo animaron a levantarse en armas, prefirió decir que una presidencia no vale una gota de sangre de un costarricense.

El mismo José Figueres Ferrer pudo instaurar una dictadura en 1948, pero respetó las conquistas sociales de Calderón Guardia, estableció la banca nacionalizada, el ICE, se hizo una nueva constitución, se reconoció el derecho de voto a las mujeres, se abolió el ejército… y entregó la presidencia a Otilio Ulate. Las conquistas sociales de Calderón y Figueres se mantuvieron, aunque ellos no estuvieran en el poder. Teodoro Picado pudo defender San José casa por casa cuando Figueres había tomado Cartago. No lo hizo, prefirió firmar un pacto e irse al exilio.

Para hacer reformas sociales no es necesario quedarse en el poder 50 años e instaurar una dictadura de partido único. Cuando son buenas, se quedan, porque el mismo pueblo las defiende. Muchos dicen que Costa Rica ha sido un país bendecido porque nunca habíamos sufrido huracanes, ya sufrimos algunos. Pero es mayor bendición haber tenido políticos que antepusieran siempre el supremo interés de la patria a su seguridad y ambiciones personales. Eso nos ha librado de largas dictaduras sangrientas y divisiones irreconciliables.

Ya que se habló erróneamente de una dictadura en 1950, hablemos un poco del presidente de la época, el periodista Otilio Ulate Blanco (1891-1973). Dice de él Wikipedia: “Su administración (1949-1953) se caracterizó por su buena gestión en materia económica, fundó el Consejo Nacional de Producción (CNP), el Banco Central de Costa Rica (ente principal financiero del país), la Contraloría General de la República, la Ley del Aguinaldo y los inicios del Aeropuerto Internacional Juan Santamaría. Se crea en su administración el Consejo Superior de la Educación”. La ley del aguinaldo fue impulsada desde la Asamblea Legislativa por el también ex presidente Luis Alberto Monge.

Tuvo fama de desinteresado. Tras la guerra del 48, muchos ex combatientes se indemnizaron. Incluso Figueres lo hizo por pérdidas en su empresa San Cristóbal. Ulate no aceptó un céntimo. Se dice que donaba su pensión a un hogar de ancianos de Alajuela. Ese desinterés también fue mostrado por Julio Acosta cuando fue presidente tras la dictadura de Tinoco. Algunos de los que lucharon contra Tinoco y ocuparon cargos en la asamblea, propusieron una ley de recompensas para indemnizar a los revolucionarios. Acosta vetó la ley con la célebre frase: “si hay paga no hay gloria”.

Luis Solórzano

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