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Axiología y valor de la vida

En las discusiones sobre obligatoriedad o aborto, muchos piden recurrir a la ciencia. Una de las ventajas de ser filósofo es que conocemos los enormes límites de lo que denominan ciencia. Esta es un conocimiento que intenta ser objetivo (nunca lo logra, todo espectador tergiversa lo que ve de acuerdo con el principio de incertidumbre), pero al menos trata de describir la realidad de manera objetiva. Nunca da órdenes, la obligatoriedad no pertenece a la ciencia, sino a la ética, la deontología o el derecho. Tampoco emite juicios de valor. Nunca vamos a oír a un astrónomo afirmar que la materia oscura es más valiosa que la visible, solo que es más abundante.

He escuchado a algunas pediatras afirmar que el feto es un puñado de células sin darse que, para la ciencia, ellas también son un puñado de células parlantes. Cualquiera que haya leído El gran diseño, de Stephen Hawking, verá que en un pasaje reduce al ser humano a un inmenso conjunto de partículas, y asegura que si pudiéramos predecir el comportamiento de cada una de ellas podríamos predecir el del humano completo al igual que lo haríamos con cualquier máquina.

Asignar valor a las cosas no corresponde a la ciencia, sino a la axiología o estudio de los valores (de axios, digno o valioso) y logos: estudio o tratado. Para la axiología los valores no se razonan, se sienten. El valor de la vida en general, sea de una semilla, una fiera, un árbol o una persona, se siente, no se piensa ni se argumenta. No pertenece ni a la ciencia ni a la lógica. Un filósofo español dice, en defensa del aborto, que una semilla no es un árbol. En general, cuando a uno le avisan que va a ser padre ama a la semilla y ese amor es lo que lleva a la semilla a convertirse en árbol. Si no amas la semilla nunca amarás al árbol.

Los mismos axiólogos reconocemos que hay personas con ceguera para los valores. Hay muchos que no sienten que la vida valga, que las obras de arte valgan, que un paisaje sea bello. Esos ciegos para los valores pueden convertirse en psicópatas, individuos muy inteligentes pero incapaces de empatía, que pueden dañar a otros sin lamentarlo. Supongo que todos preferimos estar cerca de personas que amen la vida en general, que reconozcan el valor de cada persona no por ser igual a nosotros, sino por ser diferente, única, con cualidades que superan las nuestras en muchos aspectos, porque toda persona es superior a nosotros en algún sentido, como dijo Ralph Waldo Emerson, y no de quienes, por no amar las semillas nunca amarán los árboles.

Luis Solórzano Sojo

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