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De cómo los paradigmas influyen sobre la ciencia

Un paradigma es una teoría o conjunto de teorías que sirve de modelo a seguir para resolver problemas. Por ejemplo, el modelo geocéntrico y la filosofía aristotélica dominaron hasta la aparición de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton, que cambiaron toda la cosmovisión occidental. Es que el geocentrismo estaba de acuerdo con la idea del hombre como centro del universo y rey de la creación. Los nazis tuvieron su paradigma según el cual la raza aria tenía un origen diferente y superior a las otras etnias.

Aceptar la relatividad de Einstein era aceptar que un judío había descifrado las leyes del universo en vez de un ario. El paradigma marxista incluía muchas ideas. Una de ellas es que el derecho a la propiedad no es natural sino algo que ha dependido de la evolución histórica. Por eso cuando psicólogos y etólogos mostraban que muchos animales eran agresivos y territoriales por naturaleza, los soviéticos respondían que los científicos occidentales interpretaban esos comportamientos desde su óptica capitalista. La idea marxista es que el medio moldea al humano. Un medio competitivo nos hacía competitivos y agresivos, pero si se creaba un sistema cooperador, seríamos cooperativos. De nada valía crear ese sistema si algo en nuestra naturaleza nos hacía agresivos y posesivos.

En ambos casos, la ideología política y económica torció el conocimiento para adaptarlo a un paradigma. Hoy las grandes empresas dominan el mundo y viven bajo el paradigma de maximizar sus ganancias a toda costa. Nos enfrentamos a una enfermedad que era grave e incluso mortal para un 5% de la humanidad. Lo lógico era investigar por qué ese porcentaje sufría tanto y crear métodos y medicamentos para atenderlo. Pero se optó por inocular al 100% con tres o cuatro dosis de una sustancia. El objetivo claramente era obtener enormes ganancias, no salvaguardar la salud de la gente.

Hoy dentro del “paradigma” de la prensa canalla y de los expertos al servicio del capital no caben las personas que no requieran tres dosis, simplemente no existen. Todos las requerimos desde los seis meses. Según Ignacio Santos las personas que se pusieron la tercera hace seis meses ya carecen de protección. Los recuperados se enfermarán peor la segunda o tercera vez, los inoculados tienen que estar renovando anticuerpos cada tres meses… Completa locura anticientífica, porque es contraria a la evidencia, a favor de las ganancias de las farmacéuticas.

Luis Solórzano

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