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Vaivenes de la izquierda

El marxismo nació internacionalista. No en balde los grandes encuentros que reunían marxistas, anarquistas, social demócratas y otros, se llamaron Primera internacional, Segunda Internacional, etc. Tampoco es casualidad que el Manifiesto Comunista contenga la frase “proletarios de todo el mundo uníos”. Pero en los años 60 y 70 del siglo XX la URSS vio que la mejor táctica para debilitar a los países capitalistas era quitarles sus fuentes de materias primas en el Tercer Mundo.

Incitar movimientos de recuperación de la riqueza nacional en América Latina y África. En esos años los partidos socialistas eran nacionalistas extremos. El cobre se puso poncho y espuelas, pontificaba Eduardo Galeano al alabar la nacionalización de este mineral en Chile bajo Allende. Con ese nacionalismo pusieron de su lado a toda la juventud universitaria de su época.

El PAC nació con esa base: enemigo del TLC, de la explotación del oro nacional, agrupación muy ética (ja, ja), etc. Su lado “progresista” era una apertura a las demandas LGTB, unida a cierto aire intelectualoido por parte de sus miembros, algunos profesores universitarios como Luis Guillermo, un historiador que en un programa de TV ni siquiera supo decir el año en que se creó el ICE.

Solo un partido así podía hacer las compras multimillonarias de sustancias que ha hecho sin despertar la furia de los jóvenes universitarios. Increíblemente, el muy “nacionalista y ético” Ottón Solís, el defensor de la riqueza nacional amenazada por el TLC, ha dicho que el gobierno de Carlos Alvarado ha sido incomprendido y puede calificarse como uno de los mejores de la historia. Nos ha empobrecido como nadie, especialmente por el endeudamiento debido a las adquisiciones de millones de dosis infantiles totalmente innecesarias, pero ha sido el mejor.

En realidad, en el PAC se logró una síntesis marxista o hegeliana de lo peor del socialismo con lo peor del entreguismo de los empresarios nacionales hacia las grandes potencias. Se me olvidaba agregar una buena cantidad de totalitarismo fascista y discriminador contra quien no estuviera de acuerdo con sus absurdas medidas. Una verdadera olla de carne podrida.

Luis Solórzano Sojo

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