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El debate sobre la obligatoriedad en el Colegio de Médicos

El Dr. Karl Quintanilla ha pedido un debate sobre este tema y ojalá se dé. Todo mi apoyo para ese valiente y brillante profesional. Ahora bien, en un sentido más amplio, me parece triste que haya que debatir ese tema. Ningún médico que conozca su ciencia y sus límites puede estar de acuerdo con la obligatoriedad. En primer lugar, ninguna ciencia obliga, solo describe. Las proposiciones científicas son descripciones de hechos, jamás órdenes. La tercera ley de Kepler dice: el cuadrado de la elipse es igual al cubo de la distancia media al sol. Nada más describe la órbita del planeta, no dice que el planeta está obligado a nada.

Un médico da un diagnóstico y receta un medicamento o una cirugía. Pero jamás puede obligar a un paciente a someterse a esa cirugía o tomar el fármaco. Eso sale totalmente de su radio de acción. Las razones son obvias. La medicina no es una ciencia predictiva como puede serlo la astrofísica. Los astrofísicos tienen previsto que el asteroide Apofis pasará cerca de la Tierra el viernes 13 de abril del 2029. Incluso saben la fuerza con que golpearía a nuestro planeta en caso de colisión. Un médico no puede predecir con la misma exactitud la reacción que tendrá un paciente a un fármaco. Si obligara al paciente, sería responsable absoluto de cualquier daño que este sufriera.

Solo en Costa Rica una ley de obligatoriedad mal redactada faculta a un grupo de médicos a obligar a toda una población a inocularse sin hacerlos responsables por los efectos adversos que ese fármaco produzca. Esos médicos no están facultados para revisar la sustancia que recomiendan, no son químicos o farmacéuticos. Uno de los errores de la ley es facultarlos a hacer algo de lo que no se hacen responsables. No es ético que haya miembros del Colegio de Médicos que estén de acuerdo con una ley de ese tipo. El paciente es lo primero. Si un médico no puede obligar a un paciente a tomar un fármaco contra una enfermedad que tiene, menos siete médicos deberían estar facultados para obligar a una población a inocularse contra una enfermedad que no tienen y tal vez nunca tengan.

Solo el 8% de la humanidad se ha contagiado de COVID. Para que los 8000 millones de habitantes de la Tierra nos contagiáramos, a la velocidad con que el virus se ha extendido, sería preciso que pasaran al menos 30 años más. Solo 8 diezmilésimos de la humanidad han muerto por este virus o con este virus. Cualquier persona puede aducir que no requiere inocularse dado que sus posibilidades de contraer el mal son pocas y de morir a causa de él son menos. Pero lo peor no es que la CNVE mantenga la obligatoriedad, sino que la ley no incluye sanciones para quien no quiera acatarla.

Por desgracia, un decreto ejecutivo contrario a todos los derechos humanos facultó a los patronos públicos y privados a despedir a quienes no tuvieran esquema completo. No se puede despedir a una persona por una enfermedad que tiene. Pero unos analfabestias facultaron a los patronos a separar de sus puestos a personas por una enfermedad que no tienen y tal vez nunca lleguen a tener. Para mí el problema no es principalmente médico, sino legal. Hay que subsanar las deficiencias de la ley y eliminar las sanciones espurias que establece el decreto. Eso lo puede proponer cualquier diputado o el presidente con un proyecto de reforma.

Para concluir, hay quien apoya la obligatoriedad porque supuestamente la vacuna evita el contagio. Ya está más que probado que no lo hace, incluso una ejecutiva de Pfizer lo reconoció y los virólogos nacionales también. Pero es que la calidad de una vacuna se prueba en el contagio. Pasteur, Jenner y Koch inoculaban a sus animales de laboratorio para comprobar la calidad de sus fármacos. Incluso se contagiaron a sí mismos para probarlos. Decir que un no vacunado es un peligro en un lugar de trabajo porque podría contagiar a los vacunados es un absurdo anticientífico y declarar que el fármaco no sirve.

Luis Solórzano

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