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Proposiciones científicas y verdad

La definición clásica de verdad es que consiste en una adecuación entre el entendimiento y la cosa conocida. Cuando el concepto que tengo de un objeto y el objeto real coinciden plenamente, tengo la verdad de ese objeto. Esa verdad se expresa en proposiciones. Por ejemplo, todos los cuerpos se atraen en razón directa a su masa e inversa al cuadrado de las distancias es una proposición científica cuya verdad no ha sido desmentida hasta ahora. Siempre el cuerpo con más masa atrae al de menos y esa atracción decrece con la distancia. Naturalmente, es falsable. En cualquier momento hallaremos la antigravedad y los cuerpos más bien se repelerán.

Los polos iguales de un imán se repelen pero allí no estamos hablando de gravedad sino de electromagnetismo; en el núcleo atómico, cuando un protón intenta alejarse la fuerza para mantenerlo en su lugar crece, pero allí estamos hablando de la nuclear fuerte. La gravedad siempre se ha comportado de acuerdo con la ley de Newton.

Las proposiciones científicas tienen un carácter universal. Desde los griegos se sabe que una proposición como X es trigueño no es científica porque se refiere solo a una persona. No hay ciencia de lo particular, solo de lo universal. Gracias a las leyes universales podemos hacer predicciones, por ejemplo, las leyes de Kepler y las de Newton combinadas nos dan las posiciones de los planetas en el futuro y la velocidad a la que debemos ir para llegar a un astro.

La medicina difícilmente llega a proposiciones universales y leyes. Por eso no puede hacer predicciones. Nadie puede predecir la reacción de un paciente ante un medicamento experimental. La razón es que no hay proposiciones de carácter universal sobre el sistema inmune, ya que el de toda persona es diferente. Es lo que nos separa del mundo, lo que nos individualiza.

La CNVE, la directora del Hospital de Niños, los virólogos que todos conocemos… todos repiten lo mismo para justificar la obligatoriedad infantil: “Los niños se contagian, contagian y mueren, por eso deben inocularse”. Obviamente esa no es una proposición científica. Es falso que a todos y cada uno de los niños les pase eso, de hecho le pasa a una minoría muy pequeña. El deber jamás es científico, pertenece a la ética o la deontología, pero nunca a la ciencia, que solo describe.

Otra proposición es: “las vacunas salvan vidas”, o “evitan la enfermedad grave”. Son expresiones parcialmente ciertas no universales. Hay millones de vidas que no requieren ser salvadas, como las de los asintomáticos que no corren ningún peligro, y hay millones también a quienes las sustancias les pueden provocar reacciones alérgicas graves. Es un caso parecido al de la penicilina. Cuando se empezó a usar libró a millones de personas de peligrosísimas infecciones bacterianas, pero las que tenían reacciones alérgicas morían.

Finalmente, la viróloga Eugenia Corrales nos describe la forma en que el sistema inmune reconoce a la espiga y fabrica anticuerpos contra ella. Dar carácter universal a esa descripción como lo hace ella es una falacia de generalización apresurada. Nadie ha estudiado todos los sistemas inmunes para comprobar que el proceso es el mismo en todos. Está comprobado que muchos no fabrican anticuerpos, otros los fabrican de mala calidad, otros tardíamente y la proteína más bien daña a la persona.

Desconfiemos de ese bombardeo de proposiciones anticientíficas dichas por supuestos científicos. Son falacias de falsa autoridad.

Luis Solórzano

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