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Operación Argus, antecesora de la HAARP

Hoy, ante la ola de terremotos, se ha vuelto a hablar de la HAARP. Recuerdo que en mis clases sobre ciencia sin conciencia ponía varios ejemplos. Iniciaba con la pregunta, ¿Cuántas bombas atómicas se han lanzado en la Tierra? La mayoría de los estudiantes se mantenía en silencio, pero alguno o alguna se atrevía a responder: dos. Con aire triunfante le respondía: No, 2500. La cifra es asombrosa pero real, solo Estados Unidos lanzó unas 1300, la URSS unas 780 y el resto se las reparten China, India, Reino Unido, Francia…

Hubo explosiones en desiertos, en el mar -los soviéticos destrozaron un atolón con la bomba más poderosa jamás fabricada, la Zar, miles de veces más fuerte que la de Hiroshima- y unas 18 se lanzaron a la atmósfera. Allá por 1958 los estadounidenses lanzaron tres misiles nucleares a la atmósfera. Su objetivo era crear una franja de radiación alrededor del planeta que interfiriera con misiles o satélites enemigos. Las explosiones provocaron auroras parecidas a las boreales sobre las islas Azores, cerca de Portugal, e interrumpieron comunicaciones en varias partes del mundo.

Con los años se creó la HAARP, una serie de antenas que disparan ondas a la atmósfera. Están situadas en Alaska. Su fin oficial es investigar la ionosfera, pero en el fondo su objetivo era dañar satélites y misiles enemigos. También puede ser usada como arma climática. Los rusos y la Unión Europea tienen dispositivos parecidos. El ruso se llama SURA. Cuando ocurre algo inexplicable en un país, este culpa al otro de haber usado su arma. No hace muchos años, Moscú llegó a tener más de 40 grados de temperatura y culpó a los estadounidenses. Estos, a su vez, culparon a los rusos cuando hubo sismos en su costa este, donde están sus principales centrales nucleares y no hay fallas que justifiquen movimientos telúricos fuertes. Como dicen por ahí, ya estamos en la tercera guerra mundial y no nos hemos dado cuenta: guerra económica, climática, bacteriológica tal vez…

Otros temas gustados por los estudiantes eran obsolescencia programada, Monsanto y sus transgénicos y cyborgs. La obsolescencia consiste en reducir la vida útil de los aparatos para que esta sea menor a la que realmente podrían tener, con el fin de que los consumidores deban reemplazarlos. Uno de los primeros ejemplos de esta práctica está relacionado con las bombillas. La primera bombilla tuvo una vida útil de 2500 horas y podía extenderse mucho más. En 1924, los mayores fabricantes –Philips, Osram y General Electric- formaron el cártel Phoebus, con el fin de limitar la vida de sus productos a un máximo de 1000 horas. Unas bombillas muy buenas no son negocio. La obsolescencia se extendió a todo: medias de nylon, celulares, impresoras… y puede consistir en programar un daño al artículo o declararlo obsoleto por moda.

El auto del año tiene ese fin, crear la necesidad de que la gente quiera estar con lo último de la moda. Esta práctica obliga a una continua extracción de recursos para crear nuevos productos y, cuando se desechan, causan un daño ecológico enorme. Cualquier parecido con el hecho de que las v. de antes protegían durante diez años mientras que las de ahora requieren dosis tras dosis, no es coincidencia, es mala intención por parte de las farmacéuticas.

Luis Solórzano

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