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Nuestra comunidad científica

En un noticiero, un personaje dijo que toda la comunidad científica del país (¿cuál?, seguro los que nos hartan al decir siempre lo mismo en TV) deberían oponerse a Chaves porque al quitar la obligatoriedad favorece a los antivacunas. Aparte de que es una perogrullada decir eso, obviamente la medida favorece a quienes no quieren vacunarse y no es preciso tener una untada de sesos para llegar a esa conclusión, la intervención me pone a pensar seriamente por qué una persona con tres o cuatro dosis, suficientemente “protegida” se enferma al ver a alguien que no está “protegido” ni quiere estarlo.

No sé que gana una persona con obligar, vía que le quiten el sueldo como propuso un candidato fracasado que dio su adhesión de último momento a uno tan fracasado como él, a una persona a vacunarse. Obviamente no lo hace por el bien del no vacunado. No lo hace por proteger la vida del otro, sino por protegerse a sí mismo. Tres dosis no le han servido para superar su terror y teme a cualquiera que pueda contagiarlo. El condicionamiento de rata de laboratorio que ha recibido le hace pensar que el bicho está en todas partes, especialmente en no vacunados.

Psicológicamente no es una actitud sana ni normal. Si la comunidad científica (el solo nombre es risible, tanto por lo de científicos, ninguno de los conocidos ha mostrado nivel alguno en esta pandemia como por lo de comunidad) presiona para obligar a todo mundo a inocularse, incluidos niños pequeños, debería al menos plantearse por qué lo hace. ¿Es porque quiere salvarnos? Yo no necesito que nadie me salve ni ninguno de los amigos y amigas que conozco quieren o necesitan esa salvación.

¿Es por salvarse a sí mismos? Entonces no confían en la sustancia y están condicionados por la absurda idea de que una pandemia termina solo cuando todos estén vacunados, como si la gripe española hubiese terminado gracias a inoculaciones que no existían en ese tiempo. Si la efectividad de una vacuna hubiese dependido de que todos la hubiesen recibido, nunca se habrían desarrollado esas sustancias. Progresaron porque era clara su eficacia. La tasa de mortalidad era mucho mayor en quienes no la habían recibido, como pasó con la rabia, la viruela, etc.

Me encantaría saber cuál de esos miembros de la “comunidad científica” ha abierto un frasco de vacunas, lo ha separado por sustancias para comprobar si los lípidos y el ARNm están en las cantidades que dice Pfizer, si no hay contaminación de ningún tipo, si no está vencido… Y luego lo ha inoculado en animales de laboratorio para comprobar que produce la espiga, en qué cantidad lo hace, que es fagocitada en cuánto tiempo, que no se difunde por la sangre o sí lo hace, cuáles daños causa en el animal y por cuánto tiempo.

Sobre todo, debería hacer lo que hicieron Pasteur y Koch con los animales de laboratorio: una vez que el animal está inoculado, inocularle la enfermedad para comprobar que la resiste. Inocularla en un grupo de animales vacunado y otro no vacunado, para ver si todo el grupo testigo muere y el inoculado sobrevive.

Nada de eso han hecho aquí, pero salen en la TV a hablar tonterías con supuesta autoridad, como si tuvieran alguna, aparte de los estudios pagados por las mismas farmacéuticas. Corrijo, ni siquiera hacen caso a las farmacéuticas en cuanto a combinar marcas, aplicarlas en embarazadas, alargar plazos entre dosis… Han atropellado la poca ciencia que hubo en los ensayos clínicos y se autodenominan comunidad científica.

Luis Solórzano Sojo

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