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Misterios sin resolver, la desaparición de los objetos contaminantes

En marzo de 2020 se decretó emergencia en todo el territorio nacional con solo 41 casos, sin un solo hospitalizado o fallecido. Era absolutamente imposible que 41 personas hubiesen contaminado a todo un país. No obstante, se creó una psicosis. El germen podía estar en todas partes, en la arena de la playa, en el mar… se le disparó a un surfista. El bicho era portado por miles de asintomáticos, estaba en el aire, en los objetos…

Todas las compras debían ser lavadas exhaustivamente, incluso la gente se cambiaba la ropa cuando volvía de la calle. Si aumentaban los casos era porque algunos irresponsables se habían ido de fiesta. Eso no explicaba por qué en febrero pasado tuvimos 165000 activos en un día, era imposible que llegásemos a esa cantidad de gente con orden sanitaria y que 15 días antes se hubiese ido de fiesta.

Todo esto se debe a que ignoramos cómo se transmite el germen. Normalmente debía ser por la tos y el estornudo de un contagiado, pero entonces sería muy fácil evitar el contagio, solo había que aislar a la persona y apartarnos de ella. Una distancia de 1,8 metros debía bastar para evitar la transmisión porque las gotas caían al suelo. Era imposible que la gota cayera y el bicho se quedara en el aire para que alguien lo respirara.

Llegó la sustancia y desaparecieron los asintomáticos y los objetos contaminados. 41 personas podían contaminar todo un país, hoy tenemos más de 1100000 casos confirmados, más de la quinta parte de la población nacional, y al menos otro millón no reportado. Todos los objetos y el aire deberían estar contaminados y ya casi nadie se cuida de ellos, más bien los casos van en caída libre. No conviene volver a hablar de asintomáticos, sería gente que no requeriría pinchazos, menos dosis repetidas, pues para qué van a evitar una enfermedad que no les da síntomas.

Menos conviene hablar de objetos contaminados. Imaginemos un lugar de trabajo X, donde el patrón ha despedido a todos los no inoculados. De nada le servirá hacerlo pues no eran ellos los que ponían en peligro las instalaciones, ya que los objetos pueden albergar el bicho. Si eso pasa ninguna inyección podría evitar contagios entre los trabajadores, ya que no pueden los anticuerpos salir y eliminar gérmenes que están en el suelo, el aire, los escritorios…

Ahora no conviene culpar objetos o asintomáticos, menos al aire. Los culpables de la transmisión tienen que ser unos no vacunados aunque no porten el germen y nadie se moleste en pedirles una PCR antes de despedirlos o apartarlos de sus puestos sin goce de salario. Y a todo este manejo ridículo lo llaman ciencia, detalles técnicos y no sé cuántas cosas más.

Luis Solórzano Sojo

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