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Mascarillas y otros temas

El uso de las mascarillas se inició cuando se creía que el virus estaba muy extendido y que había millones de asintomáticos que podían transmitirlo. Era para que los portadores no lo transmitieran a otras personas. Los ensayos clínicos de Pfizer, sin quererlo, demostraron que no había asintomáticos. De 44000 voluntarios solo se contagiaron 170, el 0,38%. Si hubiese asintomáticos transmisores, los contagiados debieron ser mucho más. La tasa de reproducción del virus hoy es apenas de 0,6, diez niños contagiados solo contagiarían a seis. El país ni remotamente está saturado de casos.

La mascarilla no disminuyó contagios. Se usó en enero de este año y hubo 121000 casos. Se quitó en mayo y más bien los casos han bajado semana a semana, al extremo que tenemos un promedio de 374 al día según el último informe del Ministerio de Salud, lo que nos daría 11594 en octubre, 110000 menos que los reportados por Salas en enero. En los ensayos clínicos con niños en Estados Unidos, de 1950 solo se contagiaron 19 (16 con placebo y tres con vacuna), el 0,97%.

En Costa Rica solo se ha contagiado el 8% de los niños en casi tres años de pandemia, el 92% se ha librado. Decir que las vacunas salvan vidas es una falacia, porque para que las salven sería preciso que estuvieran en peligro. Los niños apenas tienen un 8% de posibilidades de contagiarse y de morir, ninguna, a menos que tengan un sistema inmune debilitadísimo, tal vez con carencia de IgA, transmitida por la leche materna, una atención deficiente, etc.

Se dice que estas sustancias protegen en un 95%. Primero se dijo que protegían del contagio en esa proporción, lo que es la mentira más descarada en la historia de la medicina, increíble que alguien la creyera e increíble que el Parlamento Europeo no se hubiese dado cuenta antes. Es imposible que unos anticuerpos que se encuentran en la sangre eviten la entrada de un virus que penetra por la boca y la nariz, y se adhiere a las mucosas. Allí no están los anticuerpos que supuestamente reconocerán a la spike.

Luego se cambió a que protegían en un 95% de hospitalizaciones y muertes. Eso nunca se probó porque ninguno de los voluntarios fue hospitalizado o murió, así que no importaba si recibieran placebo o vacuna, nada les pasaba porque era gente sana y relativamente joven, ya que se excluyeron enfermos y adultos mayores. Los niños sobreviven en un 99,97% pues su tasa de letalidad es de apenas 0,03. De 18 a 60 años la tasa de letalidad es de 0,6, o sea, el 99,4% sobrevive.

A estos dos grupos etarios en nada beneficia una sustancia que salva vidas en un 95% porque ya la tienen salvada en más de esa proporción. El grupo que requería ayuda eran los adultos mayores, con tasa de letalidad de 12, solo se salvaba el 88%. Pues bien, había 2000 adultos mayores muertos al 18 de marzo del 2021, a partir de ahí la inmensa mayoría ha recibido dos, tres y hasta cuatro dosis. Al 30 de mayo pasado habían muerto 5005, 3005 más, o sea, no se han salvado miles de vidas como han sostenido los virólogos, María Luisa Ávila, los periodistas, Salas y cuanto mentiroso sale en los medios de desinformación.

Luis Solórzano Sojo

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