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Las cuatro falacias de las farmacéuticas

Las vacunas evitan contagios en un 95%. Falso. Pfizer reconoce que nunca se hicieron ensayos sobre la transmisión del virus. Ninguna vacuna anterior había evitado el contagio, si lo hiciera, los ensayos sobre su eficacia para impedir la muerte habrían sido imposibles. Pasteur y Koch tomaban animales, los dividían en dos grupos, vacunaban a la mitad y a la otra mitad no, luego los contagiaban a todos. Si la vacuna era eficaz, los inoculados se salvaban y los otros no. Pero todos habían sido contagiados. Pfizer, AstraZeneca, Moderna y otras presentaron informes en que los voluntarios vacunados se contagiaban menos que quienes recibían placebo.

Nunca explicaron cuáles características de la sustancia provocaban eso. No obstante, Biden, Fauci, Trudeau y otros politiqueros clamaron que si te vacunas no transmitirás el virus, porque este no se quedaría en ti mediante una magia que nadie entendía ni le interesaba entender. En esas afirmaciones se basaron todas las represiones contra los no vacunados. Los ocho vacunados de Pfizer contagiados transmitían el virus igual que cualquier otro y debían ser puestos en cuarentena, pero a los politiqueros eso no les interesó.

Las vacunas evitan hospitalizaciones y muertes. Fue imposible sostener la mentira de que impedían contagios, pues estos crecían. En Costa Rica aumentaron cinco veces en el 2021 a pesar de que se alcanzó una cobertura del 85% según Carlos Alvarado. Entonces se dijo que impedían hospitalizaciones y muertes en un 95%. Estas más bien aumentaron tres veces. Se recurrió al mito de que se estaban dando entre no vacunados. “Tenemos una pandemia de no vacunados”, dijo Biden y aquí lo repitieron los médicos y virólogos borregos que van a la TV a desinformar.

En los ensayos clínicos nadie –vacunado o no- fue hospitalizado o murió, por tanto, las vacunas no mostraron eficacia para disminuir decesos porque el virus es poco mortal. Lo era solo para los adultos mayores. La tasa de letalidad de menores de 60 años nunca llegó a 1, así que estaban protegidos en más de un 99% sin necesidad de que una vacuna los protegiera en un 95%.

Los anticuerpos generados por la vacuna son mejores que los naturales, por eso los recuperados deben vacunarse. Es una descarada mentira propalada por los miembros de la CNVE, María Luisa Ávila y Daniel Salas. El proceso de producción de esos anticuerpos es más arduo que el de los naturales. El ARNm induce a las células a producir la spike. El sistema inmune del inoculado debe reaccionar muy rápidamente, reconocer las células infectadas, eliminarlas y producir anticuerpos contra la espiga. Ese conocimiento, adquirido contra una proteína, debe ser trasladado al virus entero cuando penetra, o sea, cuando hay contagio, y los anticuerpos deben rodear al coronavirus y neutralizarlo para que los linfocitos lo destruyan. Nadie ha visto ese proceso y verificado que se da en todos los vacunados, es ciencia ficción.

Nunca en la historia se han formado anticuerpos contra una proteína, nadie sabe cómo son, nadie los ha descrito o dibujado, pero son mejores que los naturales según algunos de nuestros médicos. Ahora bien, los infectados por el covid morían porque su sistema inmune no reconocía al virus. Lo dejaban multiplicarse o reaccionaban a ciegas contra él y mataban células sanas. ¿Por qué un sistema inmune incapaz de reconocer a un virus completo va a reconocer a una proteína de este como su enemiga, eliminarla rápidamente y crear anticuerpos efectivos contra ella? Es un misterio que los médicos y los periodistas no quieren plantearse. Las reacciones adversas se dan porque el sistema inmune no reconoce la espiga: o la deja multiplicarse y difundirse por la sangre hasta órganos importantes o confunde las células infectadas con las sanas y mata plaquetas, lo que origina trombocitopenias. Estos peligros tan obvios no fueron advertidos o sí lo fueron, pero se ocultaron para seguir con las ventas.

Las vacunas protegen o inmunizan, pero solo por tres meses. Las vacunas no dan protección contra un virus, porque no se quedan en el cuerpo esperando su aparición para matarlo, como hace un antibiótico con una bacteria. Lo que dan es conocimiento sobre el patógeno para que nuestras defensas lo destruyan. No tiene sentido decir que nos dan conocimiento por tres meses, al cabo de los cuales perdemos la memoria. Una especie de Alzheimer inmunológico. Si tenemos conocimiento del virus, lo tenemos para siempre; si hay que renovarlo cada tres meses es que no lo tuvimos nunca y lo que pasó es que la vacuna provoca una infección durante la cual el virus no entra por interferencia viral, no porque tengamos un buen conocimiento de este o anticuerpos efectivos.

Luis Solórzano Sojo

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