Para los científicos, lo esencial es establecer relaciones causales sólidas, saber qué es la causa de algo. Establecer una relación causal entre contagio, medicamento y muerte no es difícil. Si todos los sujetos de experimentación están contagiados y a la mitad se les administra un fármaco y a la otra mitad no, y la mitad medicada sobrevive o no sufre enfermedad grave y la otra muere, es fácil deducir que el fármaco salvó vidas y evitó enfermedad grave. Es lo que hicieron Pasteur y Koch en sus ensayos con animales.
Establecer una relación causal entre un fármaco y un contagio es imposible, porque hay una infinidad de razones para que alguien no se contagie: puede no estar en contacto con el virus o haber otras circunstancias que desconocemos. En mi familia, estando en la misma casa, tres nos contagiamos de COVID-19 y dos no. La historia se ha repetido en varias familias, antes y después de las vacunas. Simplemente no sabemos por qué las personas se contagian o no. Esto varía por épocas, circulación de variantes, etc. Por ejemplo, en Costa Rica hubo cinco mil contagios en diciembre de 2021 y subieron a 121000 en enero, con una tasa de reproducción de 22, para caer a 1 en febrero.
Por eso los ensayos clínicos para probar la eficacia de un fármaco contra el contagio son más que dudosos. Pero con base en ellos la FDA autorizó las vacunas infantiles:
La FDA realizó un análisis preliminar de los casos que ocurren siete días después de la segunda dosis. En este análisis, entre los participantes sin evidencia de infección previa, ocurrieron 3 casos entre 1305 receptores y 16 entre 663 receptores del placebo; la vacunación fue 90.7% efectiva en la prevención del COVID-19
Primero, los casos no se debieron medir siete días después de la segunda dosis, pues para esa época no hay anticuerpos y estos no pueden ser la causa de la ausencia de contagio, lo que se trae al suelo todo el ensayo. Segundo, si 1305 participantes no tenían infección previa, es obvio que no habían estado en contacto con el virus durante toda la pandemia, no hay razón para suponer que después de más de un año de no sufrir contagio fuera precisamente la vacuna el factor determinante para que solo hubiese tres casos entre ellos y 1302 no lo sufrieran gracias a la inoculación, pensar eso es una aberración científica.
Pero esa aberración causó la venta de millones de dosis a millones de dólares, con ganancias no solo para los vendedores, sino para compradores corruptos. Ahora el Parlamento Europeo se rasga las vestiduras porque una ejecutiva de Pfizer reconoce que no hubo ensayos que probaran la detención de la transmisión, no los hubo porque eran imposibles. Pero esta ejecutiva se escudó en cuatro millones de vidas salvadas, aunque tampoco hubo ensayos que probaran eso pues no hubo muertes ni enfermedades graves, dichosamente, entre los voluntarios, especialmente niños.
Tercero, ahora los defensores de esos ensayos, como Carlos Marín Müller, juran que la vacuna no impide contagios, no es un escudo que evita la enfermedad, solo aminora su gravedad. No hay ningún ensayo al respecto, es pura especulación, nadie sabe qué tan fuerte le habría dado la enfermedad sin vacunas y las estadísticas más bien muestran que los casos aumentaron seis veces en Costa Rica y las muertes cuatro veces. Jamás se midió la gravedad que enfrentaron los contagiados del grupo placebo frente a los inoculados. Solo se estimó el número de casos mediante PCR.
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