En psicología se estudia el condicionamiento clásico (Pavlov) y el operante (Skinner). Durante la pandemia se han usado a diestro y siniestro. El virus está en todas partes, en los objetos, manténgase en su burbuja porque toda persona puede ser portadora, hasta usted, sin saberlo puede contagiar a alguien con solo darle la mano o un abrazo. Es exactamente lo que se hace con un animal de laboratorio. Se le da descargas eléctricas y el animal cree que la electricidad está en todas partes, teme tocar ventanas, puertas, etc. Si es obediente, se le premia con queso si es una rata, con carne si es un perro. A la gente obediente la premiaban con descuentos, podía entrar a los cines, estadios, viajar en avión, etc.
Pero también podemos condicionar mediante palabras falsas, como protección. Cuando digo que la vacuna da una protección de tres meses, las personas asocian inconscientemente que esa protección me la da un Estado generoso que la compra. Pero si me informaran correctamente del proceso y que realmente es mi sistema inmune el que fabrica anticuerpos y prepara linfocitos contra el enemigo, en fin, que quien me protejo soy yo, no la sustancia, toda la magia de ser deudor de la industria farmacéutica y del gobierno se viene abajo. Soy yo quien fabrico mis defensas, dependo de mi sistema inmune, eso es individualismo, liberalismo; en cambio, la sustancia y el Estado que la trajo me protegen, es un estatismo fascista.
El término “protección” tiene otra connotación. Me inoculo y estoy protegido tres meses. La gente se imagina que tiene una mascarilla invisible que impide la entrada de gérmenes, que puede estar en un lugar con aforo lleno siempre y cuando todos estén igualmente protegidos. Los malos están afuera, son los que no quieren protegerse ni proteger a los demás. Más o menos esa es la estúpida idea expuesta por la médica que interpuso un recurso contra el retorno de los no v. a la CCSS. Imaginemos que a la gente se le dijera: es usted quien fabrica sus defensas. Si ya las fabricó no requeriría estar renovando esa “protección” cada tres meses y sería independiente, libre del gobierno y la industria farmacéutica. Pero como dijo Rosero, hay que renovar la “inmunidad” cada tres meses. Por tanto, las dosis seguirán lloviendo y usted dando gracias a las farmacéuticas y al gobierno salvador, que vela por niños y ancianos. Gracias al Estado que es el dueño de los niños y los cuida mejor que sus propios padres.
Luis Solórzano Sojo
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