En CR hoy dice la Asociación Costarricense de Infectología: “Solicitamos de manera encarecida a las autoridades gubernamentales para que Costa Rica siga abrazando la ciencia y el conocimiento, se retome la ruta correcta en favor de la vacunación, se respete el criterio técnico y científico de la CNVE…”
Primera falacia: ad misericordiam (Solicitamos de manera encarecida), apelar a los sentimientos misericordiosos de la gente, como cuando un abogado dice que un jurado no puede condenar a alguien por estafa porque eso sería un sufrimiento para su santa madre. Segunda, llamado al pueblo, estimular los sentimientos patrióticos: “Costa Rica siga abrazando la ciencia y el conocimiento”.
Tanto Costa Rica como la ciencia y el conocimiento son entes ideales, las ideas platónicas no se abrazan entre sí. “Se respete el criterio técnico y científico de la CNVE”. Ninguno de los miembros de la CNVE es ginecólogo. Ningún especialista recetaría, bajo su responsabilidad, a una mujer gestante un medicamento que no haya sido probado por años.
Estos individuos se han atrevido no solo a recetar, sino a obligar a todas las empleadas públicas embarazadas a inocularse. Nada dicen de otros criterios técnicos y científicos que han demostrado trombocitopenia en mujeres jóvenes e incluso han recomendado tratamientos con anticoagulantes no heparínicos. Verdaderos científicos, con mucha más preparación que los infectólogos y los miembros de la CNVE han aceptado los efectos adversos, pero para estos el camino de la ciencia es negar esos efectos.
Dicen también que en “Costa Rica siempre ha habido una línea a favor de la vacunación y los resultados así lo demuestran. En cuanto al COVID-19 se ha demostrado que la inmunización marcó un antes y un después en el desarrollo de la enfermedad, reduciendo así las muertes y hospitalizaciones”.
La primera parte es una falacia de ignorancia de la cuestión. El que Costa Rica haya sido proclive a la vacunación no quiere decir que lo tenga que ser siempre ni que acepte toda clase de sustancias nada más porque les ponen el nombre de vacunas. La palabra inmunización es una estupidez, si fuésemos inmunes, la pandemia estaría terminada y no tendríamos nada que discutir. El final no es falacia, es una mentira descarada.
2185 muertos y 169000 casos teníamos tras diez meses de pandemia el 31 de diciembre del 2020, sin nadie vacunado. El último informe da 989000 casos y 8670 muertos a pesar de una cobertura de más del 85%. Los casos subieron casi seis veces (5,85) y las muertes cuatro veces (3,86). Lo más dramático pasa en la población más inoculada, con 97%, los adultos mayores. Habían muerto 2000 al 18 de marzo del 2021 y 5005 al 30 de mayo de este año.
No hubo reducción de decesos sino un aumento del 33%. ¿Dónde está el antes y el después? Esta gente ni siquiera lee los informes del admirado Ministerio de Salud anterior, que según ellos seguía la ruta de la ciencia. Una prueba más de lo mal que están las asociaciones de profesionales del país.
Finalmente, ¿A quién más quieren inocular si ya el 85% o más de los costarricenses ha sido inoculado? ¿Qué significa para estos individuos continuar la ruta de la vacunación? ¿Cuarta, quinta, sexta dosis? Si Pasteur, Jenner y Koch hubiesen tenido que recurrir a tantas dosis y a inocular poblaciones enteras para probar la bondad de sus descubrimientos, todas las vacunas habrían fracasado, nadie las habría aceptado.
En esa época, los vacunados se salvaban y los no vacunados morían, como pasó con las 50 ovejas de Pasteur y el carbunco. No había gente tan tonta que pensara que mientras toda la población no estuviera inoculada o que toda hubiese recibido dosis tras dosis al infinito cada tres meses, la pandemia continuaba.
¿Cuándo aprenderán los profesionales del país que la ciencia se demuestra con números y no con vaguedades y falacias? Si pudieran demostrar con números un antes y un después de la pandemia con la llegada de las vacunas, una reducción significativa de casos y muertes (del 95%) decía Pfizer, no habría discusión porque la pandemia estaría por terminar con semejante caída de contagios.
Pero la tasa de hospitalización antes de las víctimas, a finales del 2020, era 1%. De 50000 activos en noviembre solo 500, el 1%, estaba hospitalizado y unos 200 (el 0,4%) estaba en UCI. Eso es indiscutible y está en los propios informes de Salas. Los números no han mejorado en nada, algunas veces han empeorado.
Que unos infectólogos ni siquiera puedan basarse en la forma en que se ha difundido una enfermedad es una vergüenza nacional. Y lo peor, que no se den cuenta de que si la sustancia fuese tan efectiva como ellos dicen, hace rato no sería necesario seguir inoculándose ni discutiendo.
Luis Solórzano Sojo
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