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Consideraciones sobre el derecho a la salud

En CRHoy un partidario de la obligatoriedad argumenta: “¿Qué dice la Constitución Política de Costa Rica sobre la salud? En su artículo 21 establece que la vida humana es inviolable y a partir de ahí se ha derivado el derecho a la salud que tiene todo ciudadano, siendo en definitiva al Estado, a quien le corresponde velar por la salud pública impidiendo que se atente contra ella” (Sentencia Nº 5130-94). Claramente se desprende que el derecho constitucional a la salud de las mayorías es superior a las posiciones de las minorías.

El derecho a la salud es individual, como el de propiedad. Cuando John Locke consagró como derechos humanos la vida, la libertad, la propiedad y la salud, no se refería a que un Estado debía darnos una propiedad, sino a que no podía expropiarnos. Tampoco se refería a que el Estado nos diera salud, sino a que no puede quitárnosla con procedimientos contrarios a esta, como los experimentales de hoy.

El Estado evita que se atente contra la salud pública, y está bien que lo haga, cuando impide que haya mataderos clandestinos o que ejerza la medicina alguien sin estudios, etc. También cuando adquiere los medicamentos, entre ellos las vacunas, necesarios para atender las enfermedades y mantiene en buen estado los centros hospitalarios. Pero jamás está velando por la salud de una mayoría al obligar a las minorías a tomar un medicamento que no necesitan o no quieren. Ya veló por el derecho a la salud de las mayorías al proporcionarles la sustancia que querían. Si esa sustancia no las protege o no basta, no es culpa ni del Estado ni de las minorías.

Ayer estuve viendo un documental sobre la forma en que Koch y Pasteur lucharon contra el carbunco, que mataba cantidades enormes de ganado en la Europa del siglo XIX. Pasteur halló una vacuna y la inoculó a 25 ovejas mientras mantuvo sin inocular a otras 25. Tras unas cuantas dosis, introdujo el bacilo en las 50. Las 25 vacunadas sobrevivieron, una con grandes dificultades, y las otras murieron. La vacuna probó su eficacia.

Afortunadamente, en ese tiempo no existía gente tan ignorante como para argumentar que las 25 no vacunadas podían causar la muerte de las vacunadas y que era preciso inocularlas obligatoriamente. Tampoco Pasteur iba a argumentar que su sustancia no tuvo éxito por culpa de la cercanía de las no vacunadas.

Las cosas sirven o no, sin excusas como las que se dan actualmente. Si la eficacia de una vacuna en aquel tiempo dependiera de que todos estuvieran vacunados, estas no habrían demostrado calidad alguna y habrían pasado a la historia como experimentos médicos fracasados.

Luis Solórzano Sojo

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