Un estimado amigo me dice que en su área de trabajo aún los contratantes piden esquema completo de vacunación contra el COVID-19. Eso es ilegal, discriminatorio y, sobre todo, tonto. He dicho mil veces que la obligatoriedad no se sustenta en la ciencia. La ciencia no obliga, solo describe. Un médico me da un diagnóstico y me receta un tratamiento. Hasta allí la parte científica. Jamás me puede obligar a tomarlo. Un galeno no puede obligar a nadie a tomar un medicamento contra una enfermedad que tiene, solo en Costa Rica siete ineptos de la CNVE se atreven a obligar a toda una población a inocularse contra una enfermedad que no tienen y de la que tal vez no se contagien nunca. La obligatoriedad está en contra de la ciencia y de los derechos humanos.
El Dr. Marco Boza y otros aducen que yo puedo negarme siempre y cuando no ponga en peligro la vida de otros y que inocularse es una muestra de civismo. Boza es intensivista, supongo que es una autoridad en su área, pero a veces se mete a hablar de campos que no son suyos, como las vacunas, la ética, la libertad y los derechos humanos. Eso es falacia de falsa autoridad. Es lo que Ortega y Gasset llamó “barbarie del especialísimo” el reino del sabio-ignorante. En siglos anteriores, el mundo se dividía en sabios e ignorantes. Hoy el especialista es sabio en su campo e ignorante en todos los demás. Pero se atreve a opinar sobre campos que no son suyos y la gente lo toma como autoridad. Un cardiólogo generalmente no opina sobre problemas ortopédicos o gastrointestinales, remite a los especialistas. Pero con las vacunas, médicos generales como nuestros últimos dos ministros de Salud, dan su opinión y son tomados como autoridades.
Examinemos la base de la obligatoriedad, que es social, no individual. La idea es que alguien no inoculado es un peligro para los demás, aunque estén vacunados. Es la primera vez en la historia que se dice semejante tontería, y no la he escuchado solo de Boza, sino de muchos otros. Cuando Pasteur salvo la vida de 25 ovejas con su vacuna contra el carbunco, o la de 16 rusos contagiados de rabia, nunca dijo que ellos corrían el riesgo de contagiarse y morir si todo el resto de las ovejas o las personas no estaba vacunado.
No estoy vacunado. ¿por qué soy un peligro para otros? En primer lugar, no estoy contagiado. No soy portador del virus. Pero supongamos que fuera uno de esos famosos portadores asintomáticos. No lo portaría todo el tiempo, solo los 14 días como máximo que dura. En segundo lugar, según Carlos Marín Müller, la vacuna no es una barrera que evita el contagio sino un apaga fuegos contra la enfermedad grave. Si soy asintomático, si puedo portar el virus sin estornudar siquiera, ¿para qué voy a arriesgarme a inocularme tres dosis, con sus posibles efectos adversos, contra una enfermedad que para mí es menos que un resfrío?
Ahora bien, la obligatoriedad se justificaría únicamente si solo los no vacunados son portadores. Obviamente está más que demostrado que eso no es cierto. Es imposible que unos anticuerpos en sangre eviten la entrada de un virus por la nariz o la boca. Además, si el virus solo se anida y muta en no vacunados, sería peligroso solo para ellos. Pero al decirse que pueden contagiar a los inoculados, se está afirmando que estos, a pesar de tres o cuatro dosis, pueden contagiarse y contagiar a otros, o sea, pueden también ser portadores.
Por otro lado, supongamos que de verdad la v. evite la enfermedad grave y para todos los vacunados el COVID-19 no sea más que un resfrío. No se aislarán y andarán por las calles repartiendo el virus y, al igual que cualquier no vacunado, pondrán en peligro la vida de otros, cosa que es la base del argumento de Boza a favor de la obligatoriedad y de los absurdos miedos de los patronos que solo quieren personas con esquema completo en sus trabajos, mientras permiten la entrada de mercancías y dineros que también pueden estar contaminados.
Luis Solórzano
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