“Todo ha sido basado en conocimiento científico, en una evidencia científica, en una comunidad científica… la vacunación funciona, la vacunación protege, estamos viendo cómo el no vacunarse significa un gran riesgo”, dice Eugenia Corrales para intentar convencernos de las bondades de la sustancia.
Para saber si algo tiene evidencia científica es preciso analizar primero el método que usamos. Empecemos por algo sencillo, en lógica el que afirma es el que debe probar algo porque los negativos son imposibles de probar. Digamos que yo afirmo que el chupacabras o el hombre polilla existen. Soy yo el que debo probar su existencia, no puedo exigir a otro que pruebe su no existencia porque eso es imposible. Nadie puede recorrer todo el universo para demostrar que algo no existe. Si ocurre un hecho, yo puedo buscar su causa, pero explicar por qué algo no sucede es mucho más difícil.
Francis Bacon propuso que para saber por qué algo pasa en un grupo y no en otro, debemos encontrar lo que siempre está presente en uno y nunca en el otro. Ese método fue seguido por Pasteur y Koch al pie de la letra. Cuando Pasteur experimentó su vacuna contra el carbunco tomó 50 ovejas, las puso en el mismo corral, mismas condiciones, misma alimentación, todo igual, excepto una cosa: vacunó a 25 y a las otras las dejó sin inocular. Luego inoculó a todas con la enfermedad. Las 25 vacunadas sobrevivieron y las otras murieron. Lo que siempre estuvo en un grupo fue la vacuna y esta hizo la diferencia. Por cierto, jamás dijo que ninguna oveja no inoculada debía entrar en el corral de las supervivientes porque podía contagiarlas y provocarles la muerte.
Nunca le habría pasado por la cabeza crear un apartheid o mantener sin no inoculados un campus universitario. Eso le habría parecido anticientífico y absurdo. Su fármaco había vencido la enfermedad. Cualquier vacunado podía exponerse a esta sin miedo. En los ensayos clínicos de la vacuna anti-COVID no se puso a voluntarios en las mismas condiciones, se les inoculó y luego se les introdujo el virus para ver si lo resistían y quedaba probado que evitaba enfermedad grave o muerte. En cambio, se hicieron dos grupos, se puso placebo a uno y vacuna al otro. Se les dejó libres y siete días después de la segunda dosis se midieron los contagios. Los grupos eran parecidos: personas sin factores de riesgo y que no habían tenido COVID antes.
Entre los 22000 con placebo hubo 162 contagios (0,73%) y entre inoculados solo ocho (0,03%). Primero observemos el bajísimo número de casos en ambos grupos, apenas el 0,38% de los 44000 voluntarios, lo que prueba que el virus no estaba en todas partes ni contagiaba a todo mundo como se hacía creer en todos los países. Segundo, la diferencia entre un grupo y otro, en números absolutos, fue de apenas 0,7%, pero no se dijo eso. Se tomaron los 170 contagios y, como el 95% de ellos estaba entre los no vacunados y solo el 5% entre los vacunados, se concluyó que la sustancia protegía en un 95%, una conclusión tan apresurada como disparatada. En primer lugar, los casos se midieron una semana después de la segunda dosis, cuando se supone que aún no se detectan los anticuerpos, así que no fueron estos los que impidieron el contagio.
En segundo lugar, ningún voluntario se había contagiado antes, tal vez porque se cuidaban mucho o porque vivían en lugares poco expuestos al virus. Había infinidad de causas para que no se contagiaran, la sustancia no era causa única ni un exclusivo factor diferenciador como en el experimento de Pasteur. El químico francés midió algo positivo, la supervivencia de 25 ovejas y la única causa era la presencia de la vacuna como factor diferenciador. En cambio, en los ensayos clínicos de las farmacéuticas se intentó medir ausencias, por qué alguien que no se había contagiado seguía sin contagiarse. Hay una infinidad de razones para eso, la principal es no haber estado expuesto al virus. Se trató de probar un negativo y eso es imposible porque las causas para que algo no suceda son muchas. Lo mismo podemos decir de la ausencia de enfermedad grave o muerte.
Si un vacunado no sufre una enfermedad grave no puede atribuirse como factor único a la vacuna, porque alrededor del 90% de los no vacunados tampoco sufrían una enfermedad grave o requerían hospitalización. Estadísticamente no podemos probar que la sustancia evite el contagio o la gravedad. Podría probarse de otra manera si explicamos cuál característica del fármaco evita la entrada del virus al organismo o lo contiene en las vías aéreas. No hay nada de eso en los ensayos clínicos. Por tanto, mientras hay evidencia científica indudable sobre la eficacia de las vacunas de Pasteur no la hay sobre las anti-COVID.
Luis Solórzano
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