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Reflexiones sobre un engaño

Al público se le ha engañado de múltiples formas con el fin de que se vacune. Una de ellas, repetida hasta la saciedad por médicos y virólogos ineptos, es recordar que las vacunas salvan vidas porque han erradicado enfermedades como la viruela o el sarampión. No dicen que desde hace más de 50 años hay vacunas contra la gripe y no la han erradicado, ni que el virus del resfriado común y el actual coronavirus pertenecen a la misma familia.

Otra falsedad es omitir lo que pasa con las células que reciben el ARNm. Estas tienen que morir, ya sea porque se suicidan al saberse infectadas o porque son fagocitadas por las defensas del organismo. Ese proceso es el único por medio del cual preparamos anticuerpos contra la proteína espiga. Pero se omite porque la gente preguntaría cuántas células mueren en el proceso, sobre todo si las dosis son repetidas, y de qué tipo: musculares, sanguíneas, etc. El tercer engaño es hacer pensar que estas sustancias protegen del contagio, no lo hacen ni pueden hacerlo. Nada puede impedir la entrada de un virus respiratorio que está en el aire o en los objetos.

Un taxista se enorgullecía de tener cuatro dosis y decía que la gente que no se vacuna es tonta, que gracias a las inoculaciones ha sido erradicada la polio. Pensando en gente así se me ocurrió lo siguiente: No sé por qué pensás vos, que estás más protegido que yo. Millones de virus me rodean, a vos también. Con cada ráfaga de aire penetran por mi boca, mis ojos, mi nariz… Por los tuyos también. Se adhieren a mis mucosas y se reproducen en ellas. En las tuyas también.

No tengo una barrera invisible que me proteja de la entrada de gérmenes. Vos tampoco. Nadie me ha puesto una sustancia que mate esos virus. A vos tampoco. Dependo totalmente de mi sistema inmune, de mis linfocitos y anticuerpos, para vencer al patógeno. Vos también dependés de ellos. Puedo morir por la infección, vos también. Pero yo no tengo miedo de los que son diferentes, vos sí. Yo nunca pediría que te dejaran sin trabajo o te apartaran de la sociedad, vos sí.

Luis Solórzano Sojo

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