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No saben más que lo que dice el fabricante

En la disputa sobre las vacunas, los medios de comunicación alineados han dividido a las personas en “expertos que saben sobre el tema” y gente ignorante o mal intencionada a la que jamás entrevistan porque oficialmente sus opiniones solo daño pueden causar. Veamos lo que saben o pueden saber los tales expertos, sean virólogos de la UCR, epidemiólogos de la UNA o pediatras del HNN.

Sobre la verdadera composición de la sustancia saben lo mismo que cualquiera: absolutamente nada. Lo único que pueden hacer es leer los prospectos de Pfizer sobre los componentes y confiar en ellos. Ninguno de nuestros expertos ha hecho un análisis químico profundo de estas sustancias porque no tiene la preparación para eso. Los que sí lo han realizado se han llevado la sorpresa de que hay elementos no declarados por los fabricantes. Conclusión, sobre la composición de la sustancia nuestros “expertos” solo saben lo que dice el fabricante. No se necesitan doctorados en medicina o virología para leer una hoja informativa, cualquiera puede hacerlo. La diferencia es que ellos confían a ciegas en esa hoja y nosotros no.

En cuanto a la acción de la vacuna, un supuesto mensaje de ARN que da instrucciones a las células para que produzcan la proteína espiga, también deben confiar en el fabricante. Nadie sabe en cuántos casos ese mensaje es pólvora mojada y no produce nada, ni efectos adversos ni anticuerpos; nadie sabe por qué en algunos provoca reacciones adversas graves, nadie sabe el número preciso de células afectadas, nadie sabe si la proteína espiga se suelta y viaja por el torrente sanguíneo o permanece empotrada en las células; nadie sabe si las defensas del organismo atacan a las células o solo a la proteína y si pueden o no confundirla con otras células o proteínas, con lo que se crea un problema autoinmune.

Sobre la fecha de vencimiento nadie sabe nada, solo que los fabricantes hacen maromas para estirarla y todos confían en ellos. Nadie ha repetido los ensayos clínicos ni los ha analizado para ver si tienen la eficacia que dicen los fabricantes y la FDA. En conclusión, los supuestos expertos solo repiten lo que han dicho los fabricantes, algo que cualquiera puede hacer, con una excepción: nunca dicen las contraindicaciones y los efectos adversos que los fabricantes han dicho, porque el fin de esos expertos es vacunar contra viento y marea a todo el mundo.

Así que cuando María Luisa Ávila dice que no crean en troles que no saben nada habría que ver qué sabe si ella sabe algo de primera mano o solo repite supuestos estudios que supuestamente ha leído. Lo único que sabemos de todo esto es que estas sustancias predijeron un 95% de eficacia para prevenir contagios y muertes.

Los primeros han subido siete veces y las segundas, 4,4. También sabemos que en cuanto a la vacuna infantil anunciaron un 90%, 9,6% menos que la inmunidad natural. Es la primera vacuna en la historia que es más débil que la inmunidad natural y la primera cuyos efectos adversos exceden a la enfermedad, pues el COVID, que yo sepa, no ha producido trombocitopenia, trombos en las piernas, parálisis de Bell o síndrome de fuga capilar. Lo único que sostiene a esta sustancia es la defensa de expertos y periodistas que no saben nada sobre ella.

Luis Solórzano

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