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Juegos de posibilidades y falacias

Según la publicación de Amelia Rueda, revisada por Juan José Romero, se muestra “con meridiana claridad”, que la población no vacunada sigue teniendo el mayor riesgo de morir y que dos dosis no bastan.

En números reales y absolutos, en cinco meses murieron 231 no vacunados frente a 861 inoculados con dos o tres dosis. De 1092 fallecidos, solo el 21% no estaba vacunado y el 79% sí. Como ya es sabido, para tratar de salvar la eficacia de la sustancia se calculan los números con base en 100000 y eso les da que de cada 100000 no vacunados murieron 64, fallecieron 35,6 por cada 100000 con dos dosis y 11,7 con tres. De allí sacan una conclusión totalmente falaz, que los no vacunados tienen cinco veces más posibilidades de morir que los que tienen tres dosis y 1,8 más que los de dos.

Es totalmente falaz porque toma como único factor de diferenciación la cantidad de dosis recibidas y no la edad, el sexo o la condición física. Omite por completo el hecho de ser recuperado o no. Si vamos a las posibilidades, un hombre tiene el doble de posibilidades de morir que una mujer, pues su tasa de letalidad anda en 1,2 mientras la de ellas es de 0,6. Al 30 de mayo se habían contagiado, en dos años y medio, 57254 adultos mayores, de los que habían muerto 5005, tasa de letalidad de 8,75.

Las personas en edad laboral, de 18 a 64 años, mostraban 736310 casos. Habían muerto 3481 de ellos, para una tasa de letalidad de 0,47, 18,6 veces menor que la de los adultos mayores. Finalmente, se habían contagiado 111252 menores de los cuales habían fallecido 37. Su tasa de letalidad es de 0,033. Las personas en edad laboral tienen una tasa de letalidad 14 veces mayor que los menores de edad mientras que la de los adultos mayores es 265 veces mayor que la de los menores y 18,6 la de los adultos más jóvenes.

O sea, si me baso en estadísticas, un adulto mayor tiene 265 veces más posibilidades de morir que un menor de edad y casi 19 más que un adulto joven. Así que la única diferencia no es tener tres dosis, dos o ninguna, hay muchos otros factores, pero todos palidecen en el momento en que nos contagiamos. Si variantes como alfa o delta no nos hicieron ni cosquillas, las posibilidades de que ómicron nos mate, estemos vacunados o no, son ínfimas, pues es menos mortal como lo demuestran los mismos números de Amelia Rueda: 1092 muertos del 1 de enero al 30 de mayo, cuando solo en setiembre del año pasado delta acabó con la vida de 900 personas, según las cifras de Salas.

En conclusión, no se puede decir alegremente que la diferencia entre fallecer o no estriba solo en el número de dosis. Importa la variante con la que nos enfrentamos, el sexo, la edad, las enfermedades asociadas y otros factores menos visibles, como estado del sistema inmune, de las inmunoglobulinas y linfocitos, etc.

Luis Solórzano Sojo

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