En 1895 Pasteur reconoció que su amigo y rival, Claude Bernard, tenía razón cuando dijo que el germen es nada y el terreno lo es todo. Es obvio, un microorganismo solo no causa daño, requiere multiplicarse por millones y para eso necesita un terreno fértil. Hay personas que son propicias para eso y otras no. El ambiente interno influye en la multiplicación de los gérmenes, pero también el externo. Astronautas que volvieron de largas estadías en el espacio llegaron a la Tierra muy enfermos.
Los virus y bacterias que sus cuerpos cargaban normalmente, ante la ausencia de gravedad crecieron en tamaño y número y los dañaron. Al inicio de la pandemia se buscaron razones por las cuales unas personas enfermaban gravemente y otras no: tipos de sangre, herencia neandertal, factores climáticos… incluso se trazaron mapas sobre la distribución del patógeno. Se buscó desentrañar el terreno.
Malos médicos y peores periodistas se han dedicado a desinformar a la población. Hablan en la TV como si solo hubiese un tipo de anticuerpos, los provocados por la sustancia. En realidad tenemos varios tipos y la primera línea de defensa está constituida por la inmunoglobulina A (IgA), transmitida por la leche materna. Normalmente la IgA se encuentra en concentraciones elevadas en las mucosas del organismo, sobre todo, en las de las vías respiratorias y el tubo digestivo, así como en la saliva y las lágrimas. Si está muy baja, podemos sufrir infecciones recurrentes, muy elevada puede ser signo de problemas autoinmunes.
Normalmente, los niños resisten muy bien las infecciones virales. Su joven timo produce linfocitos T en abundancia y la IgA es sólida y recién adquirida, cosas que no pasan en los adultos mayores, por algo estos últimos mueren de infecciones en mucha mayor cantidad que los pequeños. La prensa ha acosado a la ministra de Salud con noticias de que hay muchos niños con enfermedades respiratorias en el Hospital de Niños y que por eso la vacuna debe ser obligatoria para toda la niñez del país.
La ministra contestó que esta ha probado ser efectiva, que los no vacunados tienen cuatro veces más posibilidades de ser hospitalizados que los vacunados (repitió a lo loco una tontería que le mandó la CNVE) y que es un deber del Estado velar por la salud de la niñez. Conclusión: los pequeños internados están ahí por no estar inoculados, lo que implica que el millón de niños del país debe recibir tres dosis de la sustancia.
Craso error. Debe investigar por qué llegaron al hospital los que están internados. Puede ser por una carencia de atención temprana, deficiencias en su sistema inmune (tal vez la IgA), etc. Debe investigar el terreno, a lo Claude Bernard, el mundo no es una lucha entre una inoculación y un virus, que por sí mismos son nada si no se hallan en un lugar propicio.
Como complemento, tomo este texto de la revista Alergia México: “La inmunoglobulina A (IgA) es la más abundante en las secreciones, como las de los tractos respiratorio y gastrointestinal. Esta prevalencia refleja la importancia de la IgA en la protección inmunológica de las mucosas. Entre las inmunodeficiencias primarias, la deficiencia de IgA es la más común, con prevalencia de 1:600 nacidos vivos caucásicos. La mayoría de las veces, la deficiencia de IgA es asintomática. Por lo general, el diagnóstico se realiza después de infecciones repetidas y prolongadas de vías aéreas superiores, tracto gastrointestinal y alergias. Las infecciones más comunes son amigdalitis, otitis, rinosinusitis, neumonía, diarrea infecciosa y giardiasis”.
Curioso, su deficiencia es más común en niños caucásicos, no en afrodescendientes, de nuevo la herencia neandertal. Puede causar problemas respiratorios tan graves como la neumonía. Pero para nuestros periodistas, todo se arregla con una inoculación universal y obligatoria. Lo mismo piensan los dos pediatras de la CNVE.
Luis Solórzano Sojo
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