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El síndrome de Pilatos

Muy indignado, Patricio Villeda publica un texto titulado: Los contratos de Carlitos. Estoy de acuerdo con todo excepto con el título. En una demostración de astucia, Charly no firmó los contratos, puso en su lugar a Daniel Salas y a Marcelo Prieto, entonces ministro de la Presidencia. Se lavó las manos al igual que la CNVE se las lava ante efectos adversos (los niegan) y despidos, pues ellos no se meten en materia laboral.

Los que sí estaban muy conscientes de posibles problemas eran los representantes de Astra, el convenio dice: “El comprador renuncia a y libera de cualquier reclamación en contra de AstraZeneca que surja o tenga relación con la falta de seguridad o eficacia de la vacuna. El comprador indemnizará y sacará a salvo a AstraZeneca, sus filiales, subcontratistas, empleados… contra todos y cada uno de los daños y responsabilidades…” No es raro, en España hubo demandas y protestas violentas contra un medicamento que supuestamente quitaba los problemas de la menopausia, Agreal de Sanofi-Aventis. Así que las farmacéuticas no solo se blindan contra demandas sino contra violencia.

Estamos claros que las farmacéuticas reconocen los efectos adversos, al menos algunos. Lo hace Pfizer en su prospecto, lo hace Astra, incluso la autorización de emergencia dada por la EMA a Jannsen reconoce “desenlaces fatales” y no la recomienda para mujeres jóvenes. En vano buscaremos un solo efecto adverso en los informes supuestamente científicos de la CNVE a Chaves. La sustancia es un agua bendita que solo da protección y los malos son los que no quieren proteger a los niños de seis meses en adelante. En vano los buscaremos en los galenos que van a la TV.

Me pregunto si cuando recetan un medicamento a un niño ocultan todos sus efectos. Las personas tienen derecho a conocer esos efectos y sopesar si la enfermedad es peor que el riesgo, pero no sería negocio, pues muchas preferirían no correr el riesgo. Además, se trata de una enfermedad que uno no tiene, deberían decirnos las verdaderas posibilidades de contagiarnos. Esta es la hora en que el 92% de la humanidad no se ha contagiado, pero nos meten la idea de que el contagio es inevitable, nos va a dar en cualquier momento.

La ministra de Salud y el gerente de la CCSS se están contagiando del síndrome de Pilatos. Mantienen la obligatoriedad en niños y empleados de salud. Ninguno de los dos se hará responsable de efectos indeseables, parece que ni siquiera los están estudiando, simplemente se dejan llevar por la presión de la prensa canalla, que tampoco se hace responsable. Este síndrome permeó todo el nazismo y el estalinismo. Los que daban las órdenes no las ejecutaban, por tanto, nadie era responsable. Nunca sabremos si Hitler mató personalmente a un prisionero de un campo de concentración. Probablemente se ahorró el espectáculo y solo vio los números de la “solución final”.

Los médicos que ordenan las vacunas no pinchan a los pacientes, lo hacen enfermeros que actúan como ejecutores que siguen órdenes. Las farmacéuticas no se hacen responsables, los de la CNVE nunca han visto una reacción adversa y no se responsabilizan, los enfermeros dirán que siguieron órdenes… Una cadena así es inmoral y peligrosísima. Nos deslizamos hacia el fascismo más descarado cuando se trató de obligar a usar el código QR y se estableció un apartheid entre vacunados y no vacunados. O cuando se atropellan los derechos al trabajo y la salud de las personas obligándolas a tomar una sustancia que no desean ni necesitan.

Luis Solórzano Sojo

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