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Bancarrota de la medicina

Todo médico sabe que todo organismo humano es diferente y todo medicamento también lo es. Lo primero que hace es un diagnóstico tras tomar en cuenta la edad, el sexo, la herencia y enfermedades asociadas del paciente. Luego recomienda -jamás obliga- el medicamento que considera más conveniente.

¿Cómo aceptaron los galenos que todo ser humano, sin importar sexo, genética, edad o condición física y sin ningún examen previo, requiere tres dosis de una sustancia, como si todos fueran iguales, y cómo aceptaron que todas las marcas de la sustancia, sin importar cantidad de agente activo, periodos entre dosis, preservantes diferentes, vectores diversos (adenovirus humanos o de chimpancé) y reacciones alérgicas distintas podían ser combinadas en periodos arbitrarios?

¿Cómo aceptaron los ginecólogos del país que un médico general, que la mayor parte del tiempo ha sido un burócrata, obligara a todas las embarazadas del país a inocularse o ser despedidas, cosa que no aceptarían de ningún profesional que no tuviera estudios amplios de ginecología, neonatología y genética, para conocer los efectos en los bebés?

Finalmente, ¿Cómo es posible que unos profesionales que demostraron inteligencia al obtener sus títulos, creyeran que una sustancia que tardó tres meses en hacerse y un tiempo parecido en ensayos clínicos iba a lograr lo que ninguna otra había hecho en la historia, reducir contagios en un 95%? Muchos, que no somos médicos, nada más con leer las autorizaciones de emergencia, supimos que los ensayos clínicos fueron una mentira urdida entre Pfizer y sus empleados de la FDA y que lo del 95% de protección fue un embuste descarado para subir las acciones de las farmacéuticas.

Mis parabienes a los médicos que no se dejaron engañar y alzaron su voz.

Luis Solórzano

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