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Más sobre el conversatorio en la Academia de Medicina

Extracto pasajes de la intervención de Carlos Marín Müller en la Academia Nacional de Medicina:

Las vacunas siguen funcionando contra enfermedad severa, que es la meta de una vacuna en realidad. En muchos casos, tal vez por desconocimiento o por el cine, mucha gente cree que las vacunas van a ser mágicas, escudos protectores que van a detener cualquier tipo de infección, no son escudos sino más bien como extintores de incendios. El virus puede entrar por nuestra nariz y empezar a replicarse y es como una llamita que empieza a quemar. Si nunca hemos visto a ese virus va a producir un incendio, no siempre va a pasar, las vacunas lo que hacen es que el cuerpo ya está preparado para reconocer al enemigo, ya le hemos enseñado la foto del enemigo y el cuerpo dice hay que empezar un ataque contra este enemigo. Entra el enemigo al cuerpo, empieza a replicarse en la nariz y antes de que pueda entrar al resto de los órganos y causar mucho daño, las vacunas atacan (sic) y bajan el nivel del virus

Primero, reconoce que la vacuna es un extintor cuando se ha iniciado un incendio, o sea, no evita el contagio, sino que cuando el virus se está replicando se supone que evita que llegue a órganos importantes, pero obviamente no impide que se aloje en la nariz, la garganta… o sea, no impide que nos contagiemos o contagiemos a otros. El ejemplo de que nos da una foto del virus lo he usado también, solo que en el caso de la anticovid, nos da una foto de una proteína y no se sabe si esto baste para que reconozcamos el patógeno completo. Lo de que las vacunas atacan es un error serio. La vacuna ya ha desaparecido, es un ARNm que debe extinguirse antes de que siga dando instrucciones a las células de producir más spike. Los que supuestamente atacan son los anticuerpos. Concluyo diciendo que todo esto lo debió decir Carlos Marín en Telenoticias, donde lo invitan tanto, para aclarar que estas sustancias no evitan contagios y, por tanto, el apartheid que se hizo de los no inoculados carecía de base. Tuvo forma de defender a sus colegas de salud despedidos y no lo hizo.

Incluso, una persona con enfermedad severa es apartada en el acto o se aparta sola. Los peligrosos son aquellos en que el incendio no crece, creen que están sanos y portan el virus en sus fosas nasales y garganta. Otra cosa es que reconoce que las inoculaciones dan conocimiento del enemigo no protección contra él. Si esto es cierto, ¿por qué hay que renovarlas cada tres meses? ¿Acaso perdemos la memoria inmunológica, cosa que no pasa con otras vacunas? Lo de que las inoculaciones evitan enfermedad severa es muy discutible. A finales del 2020 solo el 1% de los activos requería hospitalización y solo el 0,4% necesitaba cuidados intensivos. El virólogo saca unos gráficos en los que supuestamente la mayor parte de los muertos de todas las edades se dan entre no vacunados y el número desciende conforme la cantidad de dosis.

Esto no coincide para nada con los datos que tenemos en Costa Rica, donde la tasa de letalidad es altísima (de nueve) entre adultos mayores, con tres o cuatro dosis, y bajísima (0,003) en menores de edad aunque tengan menos dosis. Tampoco coincide con los números manejados por muchos otros profesionales de más prestigio a escala mundial que Marín Müller. Esta ausencia de análisis por edad convierte la intervención en pura propaganda para aumentar el número de dosis. Se olvidó de la frase de alguien mucho más sabio que él: “el terreno lo es todo”. Hizo depender la vida o la muerte de la cantidad de dosis y no del terreno que facilita o dificulta el crecimiento del germen. Obviamente, no dijo ni una palabra sobre efectos adversos, lo que hace que su exposición, bastante pobre, lo fuera aún más.

Luis Solórzano

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