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Del ARN a la persona

Me compartieron una publicación de mi amigo Johnny Schmidt en que comenta el libro de Agustín Laje sobre la generación idiota. Schmidt da algunos ejemplos de ese mal en Costa Rica: “hace apenas unos días, una diputada dijo que un embrión no es una persona y por tanto no está sujeto a ningún derecho… ayer una ex ministra a la que cariñosamente apodan chupitos (desconozco la razón) haciendo uso de esa idiotez dijo que la técnica de ARNm que se está experimentando en la actualidad en las vacunas, fue un invento de Dios y no de ningún científico..,”.

Me asombra la afirmación de la ex ministra, a la que siempre consideré atea. No me asombra lo que dijo sobre el ARN, pues jamás he creído que tenga una buena preparación científica. El ARNm es sintético, se sintetiza en laboratorios. Nadie está tomando virus para arrancarles la proteína espiga y dejarlos cojos para hacer banderillas. Se sintetiza en laboratorios con base en la secuenciación de Wuhan. O sea, que si en Wuhan hicieron mal el trabajo todas las vacunas son un desastre. Por tanto no es obra de Dios ni de la naturaleza, sino enteramente humana, de humanos al servicio de vastos intereses económicos y políticos.

Hace 2500 años Sócrates encontró que los atenienses no conocían el significado de las palabras. El artista no podía definir la belleza, el soldado no sabía qué era el valor, etc. Hoy en Costa Rica la gente padece el mismo mal. Hablan de ciencia sin saber qué es. Y los ejecutivos de las farmacéuticas y la OMS se aprovechan de ello. Ahora todas las críticas hacia ellos vienen de “enemigos de la ciencia”, como si una cuestionadísima empresa farmacéutica fuera toda la ciencia.

Estoy seguro de que si preguntamos a la diputada qué es una persona no podría definirla. El término viene del etrusco, entre ellos era la máscara (pershu) que usaban los actores. Los hipocrités griegos (hipocrités era actor en griego) usaban máscaras también. Curiosamente, en español el término hipocritès nos dio hipócrita, algo despreciable, mientras que su equivalente etrusco nos dio persona, algo noble.

La explicación viene de las costumbres romanas. Los griegos carecían de abogados y cada cual debía defenderse en los juicios, por eso todos debían aprender retórica, el arte del orador. En cambio, los romanos sí tenían abogados o representantes, alguien que hablaba por el cliente. Ese representante fue llamado persona. Para el gran psiquiatra Carl Gustav Jung, quien tomó el término en su sentido original, persona es nuestro yo social, la máscara que usamos para afrontar al mundo. Si somos médicos, actuamos y vestimos como la sociedad espera que actúe un médico o somos un fracaso.

Pero persona tiene un sentido más profundo que proviene del cristianismo. La definición clásica de persona la dio Boecio: sustancia individual de naturaleza racional. Aquí viene un problema: si consideramos racional a quien ejecuta juicios y raciocinios, es obvio que un bebé recién nacido, un adulto mayor con Alzheimer o alguien en estado de coma no puede ejecutarlos. ¿Dejan de ser personas por eso?

Obviamente no porque la definición habla de la naturaleza racional, no de que tenga que estar ejecutando actos racionales para ser persona. Todo embrión tiene una naturaleza racional profunda porque es la expresión de un programa perfectamente racional que dice dónde y cuándo aparecerán los ojos, la boca, todos los órganos… Desde ese punto de vista, el embrión sí es persona. Si usamos la otra definición de racional: ejecutar juicios inteligentes, muchos diputados, integrantes de medios alineados, científicos, virólogos, mientras están diciendo tonterías dejan de ser personas.  

Luis Solórzano

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