Si las máquinas producen todo lo que necesitamos, el resultado dependerá de cómo se distribuyan las cosas. Todos pueden disfrutar de una vida de lujoso ocio si se comparte la riqueza producida por las máquinas, o la mayoría de las personas pueden terminar miserablemente pobres si los propietarios de las máquinas presionan con éxito contra la redistribución de la riqueza. Hasta ahora, la tendencia parece ser hacia la segunda opción, con la tecnología impulsando la desigualdad cada vez mayor